Cuando Pedro Giró decidió utilizar su maestría en el arte y la utilización de sus alambiques tradicionales de cobre para dar forma a un gin personal, elaborado con bayas de enebro recién recolectadas y le fue incorporando, con precisión, destilados de otras plantas autóctonas y otras llegadas de lugares exóticos como Kerala en la India o la isla de Madagascar que maceraba y destilaba, poco se imaginaba que su receta sería tan celebrada y compartida durante todos estos años en su Barcelona natal y en toda España.
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